La Lesión de Pintura



“Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros.”

Marcel Duchamp (1887-1968)


Marginal, que está al borde, es decir, no forma parte de lo central o de lo más importante. Un asunto marginal tiene una importancia secundaria o escasa. Margen, límite, filo, fuera del centro, circunvalar, el afuera. Margen, aquello donde no se posa la mirada, lo que, en apariencia, no tiene interés o no es susceptible de éste. Ésta condición del ser, que puede o no estar determinado por una situación cartográfica, es la trinchera desde donde la artista visual Roery Herrera realiza su trabajo artístico.  En este concepto de marginalidad ella trabaja con objetos, personas, situaciones, estéticas, etc. que visibiliza, que llama para hacer salir y hace volcar la mirada de los otros sobre aquellos quienes, en suposición no son considerados, los invita ser parte de la operación artística, convirtiéndolos en co-creadores, y dislocándolos de su posición de espectadores.

Es probable, que al hablarle de arte a alguien ajeno a éste, su primera asociación sea la pintura. Y es también probable, que sus nociones de pintura correspondan a la representación mimética, dónde la imagen se construye como copia, imitación de la realidad, buscando así la mayor verosimilitud posible. En esta problemática, y bajo dichas suposiciones, se sitúa Roery, cuando – saliéndose de su disciplina habitual – decide “pintar para la gente”. Herrera recorre los alrededores de La Sala consultando a los habitantes de La Palmilla, los motivos que ha de desarrollar en cada una de las pinturas presentadas en esta exposición.

 Sin embargo, no son las pinturas y el tema de éstas, la médula de su trabajo sino el proceso, operación artística en el que incluye a los potenciales espectadores como causa de su arte. Luego, conversa con diferentes personas ligadas a la pintura, ya sea dentro y fuera de la academia, para encontrar la mejor manera de pintar y la expertiz necesaria para llevar a cabo esta labor, que evidentemente no maneja ni mucho menos domina. Al generar esta nueva experiencia personal y social, logra conformar un modus operandis diferente, que busca entender el imaginario y el sentido del arte que tienen apropiado los habitantes aledaños a la sala de arte. En una forma de hacer que la obra sea efímera y no permanezca,  pues en el arte contemporáneo  el objeto en sí mismo pierde preponderancia bajo los modos de producción, así pues la operación artística[1], que puede ser entendida como el conjunto de procesos o acciones que se realizan para llevar a cabo la constitución de una obra, se vuelve el principio fundamental de su obra como artista. Entonces contraponiéndose a la idea trascendente de la obra, de que ésta deba permanecer, se diluye y sólo nos queda una pintura, huella espectral de la operación que sustancia su obra basada en la explicitación de su propio proceso de producción.

En este respecto R. Herrera se desplaza así misma tanto en la técnica como en su fundamento artístico, bajo la pregunta ¿para quién pintamos?, es aquí, en esta interrogante, donde nos permitimos hacer cita de la obra de Gonzalo Díaz  [2]“pintura por encargo” a través de la cual nos plantea la interrogante de la coautoría, pues en esta obra participan un fotógrafo que lo fotografía, un pintor de carteles cinematográficos que lo retrata y él como autor intelectual, director e interventor y modelo; ¿Pude el arte contemporáneo apresarse bajo un encargo? O ¿debe el artista elegir libremente el objeto o sujeto de su arte? ¿Puede alguien ajeno al arte decidir cuál es el motivo que ha de crear, y crear entre comillas, el artista? Muchas son las cosas que podemos reflexionar a partir del hecho de que el artista se dirija bajo la condición de un encargo, pero sin duda las respuestas se tornan positivas toda vez que este encargo del arte es intencionado para develar lo que el artista quiere explicitar, que no es la obra final, sino la operación artística lo que ha de provocar la fuerza del interés de los espectadores.

Finalmente, no podemos dejar de hablar de la lesión de la pintura (parodia del título de la novela de Couve “La lección de pintura”), que se produce en su propio desplazamiento como artista pues al no ser pintora, técnicamente, sus cuadros son deficientes lesionando el discurso oficial del arte en Chile, que es la pintura, se aleja de la academia sin embargo provoca, a través de esta fractura, un diálogo entre la academia y la vocación pictórica fuera de ésta, alejándose de la primera en la persecución de los motivos que se convierten en signos que sean decodificables por el espectador, no crípticos, porque entonces la lectura de la obra se vuelve imposible.

Entonces, esta artista se hace de la lesión para poder decir que el arte no sólo nace del académico, que no subyace en la mente de todos aquellos que deciden participar de la obra y que puede materializarse en las manos de aquellos que practican el mal oficio.


Paulina Márquez, Loreto Sánchez.



[1] La importancia de las operaciones está dada por su diferencia, éstas siempre cambian, son el punto de reflexión y diferenciación del artista en contra posición a la técnica donde siempre se produce o reproduce el arte de una misma forma sin desmedro de lo cual el artista pueda generar un discurso a través de sus reflexiones de la realidad.

[2] Gonzalo Díaz Cuevas es un artista chileno, que ha trabajado en pintura, instalación y fotografía, ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas de Chile en el año 2003.