En
una construcción clásica y minimalista del hombre se puede decir que éste se
encuentra afectado por dos ejes, estos son tiempo y espacio siendo el tiempo o
cronos la medida del ser del hombre, del existir, del transitar. Podríamos concebirlo
bajo la idea del infinito en una constante lineal, en esta idea “ya existe el
porvenir con sus vicisitudes y pormenores hacia este fluye el río absoluto del
tiempo cósmico, o los ríos mortales de nuestras vidas. Esa traslación, ese
fluir, exige como todos los movimientos de un tiempo determinado; tendremos
pues un tiempo segundo para que se traslade el primero; un tercero para que se
traslade el segundo y así hasta lo infinito” (John Dunne).
Pero
también podríamos configurar su definición de una manera circular bajo el
concepto de eternidad, como algo que no tiene ni principio ni fin, que ha
existido siempre, como la idea de la materia que no se crea ni se destruye,
sólo se trasforma. Sin querer siquiera interiorizarse en la célula misma del tiempo,
diremos que éste “engendra y es engendrado y obra cuando acaece” (Johan
Huizinga).
El
segundo eje, como ya se estableció es el espacio que puede ser entendido en dos
dimensiones; una física y una simbólica.
Sin
adentrar en las múltiples características de las categorías de análisis o
lectura del territorio físico, lo entenderemos como aquel espacio que es
tangible, que puede ser observado a simple vista, que puede olerse, sentirse,
vivirse. El espacio simbólico entonces, se configura como un continente de
producciones simbólicas que existen en un ámbito y universo intangible, en el
mundo de las ideas y de los sentidos y cuando hablamos de sentido, hablamos de
aquellas cosas, hechos y/o producciones culturales que tienen significancia
para un determinado grupo social. Es lo que compone los elementos propios de
cada sociedad, los códigos, es la razón de ser de toda “construcción simbólica
de la praxis humana” (Guerrero, 2002).
De
esta manera, el simbolismo, [y los códigos culturales] llegan a ser
constituyentes esenciales de la realidad de la vida cotidiana y de la aprehensión
que tiene de esta realidad el sentido común. Cada territorio habitado contiene
una o más memorias de aquellos que lo significaron y por lo tanto, es dueño de
cierta historicidad (San Martín, 2012).
Y
puesto que dijimos que el espacio puede ser habitado física y simbólicamente en
su expresión puramente simbólica, se vuelve susceptible de ser habitado. Esta
historicidad, compuesta de experiencias y vivencias construye un concepto
biográfico del ser, donde tiempo y espacio se disuelven y se reconstruyen bajo
una misma forma que es el habitar.
Es
aquí donde la obra DATA del artista Gonzalo Díaz se vuelve pertinente dentro
del contexto de lo local pues no existe nada más local que la memoria, nada más
propio, ya sea individual o colectivamente. Esa memoria como espacio de
recuerdo compuesto de imaginarios barriales y de relaciones familiares y
vecinales se opone a la idea del olvido que funciona como dispositivo sustrayente
de identidad.
Cuando
a lo largo de la historia, el hombre ha entrado en crisis, revoluciones, incertidumbres
sociales, lo único cierto que sabe, lo próximo que le provee de cierto grado de
certeza a su momento, es el pasado, lo que ha vivido, teniendo que recurrir a
él para otorgarse una estabilidad, y si concedemos a la memoria la de característica
construirse como un dispositivo que alberga nuestro pasado pero, tam- bién un
pasado del que formamos parte, entonces, no hay un lugar más verosímil donde pertenecer
que a nuestra propia memoria.
Gonzalo
Díaz Artista Visual, premio Nacional de Arte 2003, hace de la percepción y
lectura del tiempo su sustancia en la obra DATA, producida y mostrada en el
Museo de Arte Contemporáneo, en 2009.
Esta es una obra pensada como un díptico, de acuerdo a los dos
referentes textuales que estructuran las diversas partes de la obra: uno de
estos referentes es una estrofa del famoso poema de Eduardo Anguita “Venus en
el pudridero” en la que se poetiza la recursividad del transcurso del tiempo; a
este grupo de obras de DATA pertenece la obra que hoy exhibimos en “La Palmilla
Oriente”, titulada Del Ahora, políptico diagramático de 8 paneles.
El
otro referente es el Artículo 1081 del Código Civil de la República de Chile,
redactado por don Andrés Bello a mediados del siglo XIX, en el que se
establecen y definen los tipos de días según las posibilidades teóricas de su
ocurrencia. A este grupo de obras de DATA pertenece el políptico de 4 paneles
titulado La pena del agua es infinita y que también exhibimos en esta ocasión.
Aunque
ambos textos provienen de imaginarios y pensamientos tan disímiles como
aparentemente lejanos –el verbo poético y el derecho–, terminan convergiendo y
amalgamándose en un terreno común, el arte. Si el Código Civil nace bajo un
espíritu jurídico y normativo pronto se viste de un cuerpo poético que el
artista logra rescatar, presentando el contenido de este extraordinario
Artículo 1081 como la estructura de toda biografía posible.
“En 1940 pensé: ‘En 1950 recordaré este año’.
/ Ahora, en 1960, recuerdo que / en 1950 recordé que en 1940 / me propuse en
1950 / recordar 1940.”. De esta estrofa del poema Venus en el Pudridero nace
una reflexión propia que presenta el artista en el políptico diagramático mencionado
–Del Ahora– compuesto de 8 cuadros que son puramente conceptuales como él mismo
señala. . Llenos de textos, esos pequeños cuadros nos invitan a pensar sobre
pasados y futuros próximos y remotos pero también sobre un ahora que transita
entre estos pasados ya denominados, siendo el ahora el tiempo más relativo e
indeterminado frente a unos pasados y futuros próximos y remotos. En un juego
de temporalidades, cada una de las datas se transforma y configura en los tres
tiempos simples aceptados por el hombre, a saber: pasado, presente y futuro que
dependiendo del punto de referencia pueden ser lejanos o cercanos. Es en esta
lógica que la noción y percepción del tiempo entran en tensión y se ven
trastocadas con el sujeto y su dimensión del espacio para abrir una nueva data
donde el ahora es una constante y mutable forma de denominar el pensamiento.
Forzando al hombre entonces ahora a calzar su propio tránsito por el tiempo con
el tiempo matemático, pensado el ahora como un visitante que se encuentra de
paso por un instante y no logra habitar el tiempo ya que se convierte en pasado
o en un futuro próximo o lejano en el momento mismo de su existencia o en toda
condición del tiempo, ya que el ahora no tiene ninguna medida definitiva para sí
mismo, es un ahora que se escurre en la percepción del tiempo, que no es
cuantificable y por su condición de efímero que sortea la realidad hace que las
categorías del tiempo sean imperceptibles en el momento mismo de su
configuración.
“Artículo 1081 / El día es cierto y
determinado, si necesariamente ha de llegar y se sabe cuándo, como el día
tantos de tal mes y año, o tantos días, meses o años después de la fecha del
testamento o del fallecimiento del testador. / Es cierto, pero indeterminado,
si nece- seriamente ha de llegar, pero no se sabe cuándo, como el día de la
muerte de una persona. / Es incierto, pero determinado, si puede llegar o no,
pero suponiendo que haya de llegar, se sabe cuándo, como el día en que una
persona cumpla veinticinco años. / Finalmente, es incierto e indeterminado, si
no se sabe si ha de llegar, ni cuándo, como el día en que una persona se case.”
Gonzalo Díaz emplea cada uno de los cuatro incisos de este artículo del Código
Civil para entramar las cuatros imágenes fotográficas de niños parados al borde
de una piscina, produciendo un reflejo fantasmagórico sobre el agua. Este
reflejo especular y deformante sería el fantasma de “esa vida por delante” que
esos niños recién emprenden sin saber que lo están haciendo.
El
borde de la piscina –horizonte que recorre y sostiene de lado a lado los
cuatros paneles del políptico– insinúa una idea de linealidad del tiempo tal
como se conceptualizó anteriormente y por lo tanto, al tener verosimilitud, nos
tranquiliza, nos exhibe lo cierto y determinado de los días, nos otorga una
imagen más fácil de digerir e internalizar. Así como el horizonte separa y
junta el cielo de la tierra, este borde estructurante separa los cuerpos
biográficos de estos pequeños niños que empiezan a vivir de su inversión
reflexiva y deformante, ese reflejo acuoso inasible que nos inquieta: “la pena
del agua es infinita”. ¿Qué clave se encuentra encriptada en esta imagen
fantasmal del niño enfrentado su futuro incierto? Pues tal vez, la sugerencia
primera sea esa, esta distorsión nos lleva a construir en ella lo incierto e
indeterminado del tiempo. Si la obra DATA fue pensada y presentada en una data
distinta a la actual se dirá que se vuelve atingente toda vez que se posiciona
sobre el tiempo como móvil de creación y puesto que el tiempo no puede dejar de
ser, se presentará siempre como una PostDATA.
Loreto Sánchez, Paulina Márquez.